En mi cama se coge, se educa y se acaba

Uno de los tantos encuentros sexuales que tuve con el chico domingo* cometí un terrible e innecesario error que, seguramente, me harán pagar con creces en algún orgasmón.

Venía caliente, arrastrando un olor a hembra en celo que revolucionaba algunos pensamientos que creía domados.

Llegó chico domingo y se sorprendió cuando entró a casa y vio que lo esperaba desnuda en el patio. Me agarró del culo, me tiró en la cama y me cogió dos veces. El maldito celo de coneja hizo que le susurrara: “¿Te quedás a dormir?”.

No esperé que me contestara y fui directo a chuparle la verga. No se resistió y su pija dura e inundada con el olor típico a sexo de coneja fue la respuesta a mi pregunta.

Cuando se durmió ví todo su cuerpo invadiendo el poco espacio que me queda, por coneja garchadora que busca su “conejo azul” y que sólo tiene un crío con cada una de sus parejas. Finalmente se durmieron mis tormentos y decidí acompañarlos.

No fue larga la noche. A las ocho de la mañana me desperté porque sentí un extraño olor a hombre que me cercaba. Lo ví. ¡Qué locura!, pensé.

Mientras tomaba un té y el día me hostigaba con su presencia, se despertó. No le di tiempo a una sonrisa cómplice ni a un abrazo. Sólo dije: “Me encantás pero no te quedes nunca más a dormir”.

*Un pene que tiene día

Llamado de Emergencia

Las transiciones no son para mí. Las chicas saben como controlar mis espontáneas mutaciones de cara de mujer con pene y cara de te hace falta uno. Sin embargo siempre hay una amiga que te dice la palabra justa:

LaCaro: Flaca, tengo un amigo para presentarte

-¿Quién es?

LaCaro: Un varoncito amigo de mí chico

-¿Un hombre? ¿Cuántos años? (siempre hago “la gran Julio Boca”* cuando quiero hacerme la boluda ante algo que me pone nerviosa)

La Caro: Veinticinco

- Epa, mami, ¿no es muy chico?

LaCaro: Nena vos tenés que pasar de estado soledad a estado soy preciosa y me como un bebé.

* Fue denominado de esta manera en honor al señor Julio Bocca que cuando fue entrevistado a solas por Lanata y este le pregunta si era homosexual, él se hizo el boludo y respondió: “¿Quién? ¿Yo?”.

Rescatando al orgasmo de las manos masculinas

Tenemos una particularidad con LaConeja, siempre que nos juntamos a hablar, la charla deriva, inexorablemente, en sexo.

En esta oportunidad discutíamos la mejor manera de tocarnos y de que nos toquen.

Ella decía que prefiere que le apoyen la palma de la mano bien fuerte -me aclara encendida- sobre el clítoris y que esta comience con un pequeño vaivén. Una vez que siente inflamado su clítoris, caliente y toda su concha untada con su jugo, le gusta que apenas le introduzcan la yema del dedo índice en su gran orificio. Es de argolla grande LaConeja.

-Mmm ¿Te parece? ¿Probaste con la técnica Palma-Dedo?

-¡Cómo te gusta rotular Guevara!, me dice LaConeja

-Es genial; probala. La PD (Palma-Dedo) es ideal cuando estás falta de poronga. Mirá, es así; presta atención porque después serás vos la encargada de instruir al varón en cuestión. Pensalo Coneja, si lo educás bien vas a evitar que esté cinco minutos metiéndote el dedo, presumiendo que estás desbordada de placer por las puteadas que decís, pero que sabemos que no hacen más que esconder que los hombres consideran a sus dedos una extensión desu pene.

La Palma-Dedo sería algo así: Colocás el borde de la palma de la mano en la parte superior de concha. Para ser más gráfica, la opuesta al orificio anal. Abrís un poquito los labios y dejás caer la totalidad de la mano. Una vez que los dedos rozan la abertura de la concha, entonces ahí te metés dos dedos: el anular y el denominado corazón, más conocido como el de fuck you. Por otra parte, el meñique y el pulgar serán los custodios de los labios inferiores. ¿Te imaginás como sería?

Esta pose masturbatoria que adopta la mano la denominé: “Los cuernos de concha”.
Una vez que encontraste la posición, entonces sí podrás ir en busca de tu eyaculación dándole como loca al punto G. Pero como te decía, Coneja, con esta técnica alcanzarás la “Gran Acabada”* porque además, podés sumarle la excitación clitorial con la palma de la mano. Si querés, antes de irme, te muestro como sería.

-Muy ingeniosa Guevara. Hoy te dedico uno.

-Eso sí, acordate Coneja el lema del grupete: “Siempre es mejor experimentar con nuestro cuerpo o con el de otras, y después educarlos”. De todas maneras, lo que realmente me intriga es saber qué piensan los hombres cuando tienen los dedos en la argolla.

Dicen los que saben, que los dedos son la fuente principal de información táctil sobre el contexto, que en este caso sería la concha, sin embargo los dedos de varios tipos parecen callos y son analfabetos sensoriales.

El otro día debatíamos esto con LaCaro y LaFlaca y acordamos, increíblemente, en que se produce una desconexión táctil entre los dedos del hombre con los diferentes tipos de vagina, puesto que la información la traducen en forma incorrecta y sus dedos creen estar invadiendo tierra inexplorada.

Pero bueh, qué se le va a hacer Coneja, nosostras creemos que todavía se puede; que existen, pero que son menudas las posibilidades de encontrar un buen “Tocador Vaginal” –podría ser el nombre de un cuadro de Dalí-.

Ellos saben que a todas no nos gusta lo mismo, pero prefieren hacerse los boludos. Son evasores del sentido común. Si la fórmula vaginal es la más lógica de todas: Cambian las mujeres, cambian las conchas.

*Orgasmo vaginal y clotoriano

Sos un Cunni

Así denominamos a un gran chupador de concha.

Desvirgar es otra cosa

Una de las reglas del orgasmón es que cada una de nosostras debe confesar alguna rareza referida, por lo general, al sexo masculino. También incluye preferencias sexuales, perversiones y situaciones límites o vergonzosas.

LaFlaca confesó: Cuando cogimos por primera vez con mi novio no me entraba (Consejo: si te la van a dar por primera vez, que el desvirgador no sea un amigo sexual virgen). Él inistía; le daba duro. Trataba de meterla como sea.

Ya no importaba la entidad de cuidado y amor que una le otorga al momento en que te desvirgan. La dulzura de la primera vez había quedado guardada en el forro que pinchó, después de varios intentos deslucidos. Mirándolo desde acá creo que mi “pupurra” –así llama LaFlaca a la concha-, había formado una trama invisible con todos mis prejuicios de beata. Miren si la viera ahora, mi conchita se la succiona entera.

Estaba muy cerrada. Parecía sellada la conchuda. De golpe escucho un: “Ahí va”, y siento un pequeño dolor. Él seguía intentando, dándole fuerte. Parecía un martillero de conchas. Yo estaba en otra, mirando el póster de Los Beatles que tenía pegado en una de sus paredes, preguntándome si Lennon cogería igual.

En eso advierto que ¡POR FIN! la saca y se sienta en la cama. Trato de sentarme pero no puedo. Prefiero quedarme parada. Nos miramos. En silencia analizamos el "ahí va" y el "pequeño dolor". No hablamos de lo que pasó. Hasta el día de hoy no sé, y creo que él tampoco, como su poronga entró con tanta facilidad por mi culo.