Entre el bulto y la raya

Me gustan los hombres que rozan la homosexualidad

El orgasmo de hoy...

Hoy acabo pensando en Bruce Lee!

Donde se encuentra lo eterno

El rencor delineaba nuestras arrugas. Voces en silencio surcaban nuestro cuerpo. El sonido de la caridad y el repiqueteo incesante del protagonismo perturbaban las horas. Así me encontraba: cavernosa, hundida a más de setecientos metros de profundidad entre paredes de tierra que esconden cobre y contienen a treinta y tres ojos que arden desde hace más de sesenta días en mi cuerpo.

El olor a mujer los aturdía.


Una casa de tierra habitada por siluetas de abusos, injusticias y explotación me invitó a pasar. Nuestras sombras, improvisadas por necesidad, aceptaron gustosas la oferta. Me cautivó la sinceridad y el peligro de esa naturaleza viva. Un reino submarino a donde no concurre el dolor ni la memoria.

Caí en su trampa.

Las minas no aceptan mujeres y la naturaleza cataloga al hombre como el único ser extraño que la habita. Pese a ello, la tierra me comió. Nos tragó. Ya, en sus entrañas, me fundí a esos hombres entrenados para habitar el encierro; esos hombres con branquias acostumbradas a extraer oxígeno de la tierra en lugar de aire.

Nos unió el espanto y una gran sonrisa que balbuceaba a nuestros oídos alucinados por la presión y el desamparo: “Tranquilos, la muerte tiene otros secretos”. Esa mueca tirana se reía de nosotros. Tratamos de eludirla, pero está presente en cada encierro. Tapiza nuestro suelo terrestre y grazna un pánico sordo y brillante. La madre tierra tiene una expresión poderosa. Es dueña absoluta del menguado y áspero refugio que utilizamos para escondernos –salvarnos- de quién o qué vaya uno a saber.

No sólo la audición modificó su esencia, la desnutrición sensorial afectó a la mayoría de los sentidos. Fui la primera en percibir esa insuficiencia; una de las más afectadas. Después seguirían Florencio, Osman, Frank, Darío y Víctor. Para nosotros siempre era de mañana pero no de día.

Florencio, y quien escribe, fuimos los primeros en aclimatar el olfato a ese polvillo espeso y abundante, casi imperceptible, que emulaba una gran cortina de humo cayendo del cielo de tierra. Después, fueron los ojos los que se acostumbraron al nuevo mundo que podían ver; le siguió el gusto y, por último, el tacto.

El tacto: nuestro gran aliado. Dependíamos de él. A esas profundidades los ojos te traicionan y lo más sincero que tiene el cuerpo son las manos. A esas profundidades, se desnudan los cuerpos y lo único que se enmascara son los sentimientos.

Treinta y tres hombres explicitaban su figura carnal abrasada de violencia, sudor y deseo. Se confundía el olor a humedad de la tierra con la irreprimible exhalación a sexo. Sin embargo, por un tiempo, vivimos en una sexualidad civilizada. Aunque creo que nadie pudo desligarse de su consciencia erótica, subsistíamos en noches y días de bostezos.

Cansada de huir de mi misma hacia la nada, comencé a experimentar mis secretos. Todos esos ojos y esa cercanía deforme me confundieron; especialmente Florencio, que tenía un modo de mirar tan salvaje que me hacía sentir como un espléndido animal; un ejemplar soberbio que renace en este inframundo polvoriento.

El reposo fue comiendo a cada uno de los hombres, excepto a él.


Quién sabe en qué momento, en aquel refugio atemporal, Florencio se sentó a mi lado. El casco linterna y unos pantalones acompañaban su humanidad. Transpiraba. Sus pequeños bigotes, que imitaban a los de Cantinflas, temblaban.

Mi mano repasó su cara -como les conté, a grandes profundidades los ojos son infieles- y sentí como un amor liviano bajaba en un espiral descendente a mi sexo. Su erección era escandalosa. Me gustaba mirarla y él lo sabía.

Nos unimos en silencio. Su boca ardida tocó mis labios. Su respiración inflamada olía a tierra. Me abandoné al delirio de mi cuerpo sin importar la proximidad de miradas.

Me besó entre las piernas. Olía a animal. 


Al levantarme me quitó la remera, quedé expuesta a sus intenciones. Acariciaba mis pechos y el relieve de la tierra en mi espalda delineaba mi lasciva naturaleza. Se desnudó. Tenía una verga gruesa y vigorosa. Sentí mi cuerpo inflamarse.

Florencio no atinó a la dulzura: separó mis piernas y nuestras carnes se unieron. Mojados, clamando obscenidades compartimos miradas tímidas que se confundían y dejaban ver su impaciencia amorosa. Desde el suelo, la luz del casco ambientaba aquel acto de placeres repetidos e intensos. La noche, el día, las horas se pasaron en delicias.

Florencio se fue. Reptó por la boca de la tierra y lo consumió la superficie.

Confundida y desnuda desperté con una luz débil que espiaba por mi ventana.

Alguien lo tenía que decir

Los hombres que usan cinturones con grandes hebillas esconden un micropene

Campaña Nacional de Orgasmos

"Orgasmos para todos"
Si la TV pública lo hizo, por qué nosotras no

Te esperamos en twitter: @Orgasmon o desde acá para participar de la gran orgía masturbatoria virtual. Una iniciativa del orgasmón para que nadie se quede sin orgasmos.

Contanos tu experiencia y sabé que por una semana nos estaremos tocando.

Paja para todos
presente
Paja para todos
presente
Ahora,
y siempre


A la maestra con cariño

LaSofer es la gran petera del grupo y además de tenerla bien clara a la hora de chuparla, nunca se guarda sus secretos. Por suerte para nosotras, comparte sus conocimientos. Nosotras, agradecidas, intentamos mejorar el delicado arte de comerla entera.

Esta última mamada te la dediqué a vos, amiga y gran maestra.



La agarro segura, con ganas. Mi boca la empieza a chupar. Primero la cabeza, suave. Mi lengua la saborea decidida a comérsela.

Llego hasta la base y siento cómo crece dentro de mi boca. Se pone bien dura; la chupo mejor.

Lo pajeo. Con la lengua descubro sus testículos. Los saboreo despacio. Recorro toda la superficie hasta llegar a su culo: le meto la lengua.

Está tan caliente que me dejá hacerlo, lo disfruta. Vuelvo a meterla toda en mi boca. Me atraganto, pero nada importa. 


Acelero el ritmo. Loe pajeo, me la como entera. Lo miro mientras no paro de chupársela. Me gusta hacerlo.

Quiero que acabe en mi boca. Siento cómo se retuerce de placer. Gime. Falta poco. Ya se va.

No le doy descanso. Hoy su pija es mía.

Sabía, estaba cerca. Toda mi boca se llena con su semen. Tibio, rico. Lo trago, disfruto de su aroma.

La agarro mientras sigue temblando. Con mis dedos la presiono de la base hasta la punta. Entonces sí, ahí está, la última gota. Paso mi lengua, después de todo, me lo merezco.

Desvirgada virtual Reload

LaSofer: Acabo. Te agarro la cabeza y te meto bien adentro; lo más posible. Sentís como se abren y cierran las paredes de mi concha llena de jugo…

Acabo fuerte. Te grito y te marco el culo. Respiro.

¡Gracias! fue mi primer orgasmo virtual.

Acabamos pero la paja virtual continúo...


Claroscuro: ¿cómo se siente?
LaSofer: raro

Claroscuro: todavía la tengo muy dura.
LaSofer: no me digas así, me encantaría chupártela.

Claroscuro: no sabés cómo me gustaría! Qué bueno, cómo se me puso la pija imaginando...
LaSofer: te toco. Está inflamada. Te desabrocho el pantalón, te la agarro fuerte, la beso; ¡ay!, por favor, cómo me gusta chupártela.

Clarosucuro: te siento. Veo mis venas hinchadas y mi cabeza que late, no aguanta.
LaSofer: me gusta agarrarla salvaje, sin cuidados: así, ¡bien agarrada!

Claroscuro: me gusta la mano completa. Nada de dos deditos
LaSofer: noooooooooo
Clarosucuro: es casi un desprecio

LaSofer: con la lengua empiezo a jugar. Siento la rugosidad de tu pija.
Claroscuro: es muy sensible...

La Sofer: Pienso, no le escribo: "La puta, otro sensiblón de verga" Estos dicen que le gusta que se la chupen pero cuando empezás parece que estás masticando un yumi gelatina.


Trato de calentarme otra vez. Me toco. Por suerte el sigue...

Claroscuro: ¿Puedo frotarte la punta por los labios?
LaSofer: Sí, no la metas, jugá, es una de las cosas que más me calientan. Después metémela de una. Así, la pija entera.

Claroscuro: primero juego con la punta en tu boca, después te alejo de la pija que querés chupar. Te dan ganas y me calienta mucho. Finalmente me chupás; lo hacés tan bien y estoy muy caliente. Saco la pija de tu boca sólo para ver cómo te la volvés a meter, cómo chorrea de saliva.

LaSofer: ufff, toda entera hasta atragantarme, pero no te lastimo
Claroscuro: ¿Bien hasta el fondo de la garganta? ¿querés ver cuánto entra?

LaSofer: Soy experta
Claroscuro: me gusta verte, que te atragantes, que la saques buscando respirar. La saliva moja todo, de tus pezones caen gotas que delinean tu cintura que se contrae para darme otro orgasmo.

LaSofer: te gusta que te pajeé y que con la lengua te chupe tu cabeza enorme?
Claroscuro: me gusta que juegues con la lengua, y me muestres cómo lo hacés, qué no pueda más de lo caliente que me ponés

LaSofer: Me muero por llenarme la boca con tu leche.
Claroscuro: claro, pero después de haberte chupado así y dejar que me pajeés, quiero que te la metas hasta la garganta y juegues con la lengua, entonces ahí, puede ser que sepas cuánto seguir para sentir la leche en la boca

LaSofer: no creo que falte mucho para sentir tu leche tibia y tragarla...
Claroscuro: entonces vas a saber que si seguis chupándome así y mostrándome, voy a querer acabarte en la boca y vas a querer que eso pase; vas a sentir cómo empiezo a bombear adentro de tu boca. Te veo tragar...

LaSofer: acabame y no salgas. Metete cada vez más. Quiero toda tu leche, te beso despacio sabiendo que está sensible.

Claroscuro: me gusta. Te beso con tu gusto a flujo en mi boca
LaSofer: me encanta sentir mi sabor. Me toco. Acabo. Chupo mis dedos y te doy el más lindo de mis besos.

¿De qué habla cuando habla de derecha y de izquierda?

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner introduce en varios de sus discursos frases como:

"No es cuestión ni de derecha, ni de izquierda"; "El respeto a la libertad no es de derecha ni de izquierda" o "No se trata de derecha ni de izquierda".

Pero qué quiere decir realmente cuando la señora habla de izquierda y derecha...


En el orgasmón concluimos que la presidenta está hablando del PENEEEEEEEE!

Desvirgada virtual

Eso de coger sin contacto físico no era para mí; obvio, hasta que acabé. Hoy encontré un lugar donde puedo disfrutar mis orgasmos, aunque todavía no alcance la penetración plena. Busco un pija que quiera quedarse un rato compartiendo fluidos. Trabajo para erradicar la etapa bucal de mi vida.

Me abrí...


Claroscuro: Hola. Me pasa que lo explícito me gusta mucho. Explícito no sólo por la situación, sino por las palabras que se usan...

LaSofer: A mí también. Igual nadie escribe como vos.

Claroscuro: no sé si eso es bueno o malo

LaSofer: Bueno, no me caliento leyendo cualquier cosa.

Claroscuro: está bueno saberlo. Me gusta escribirlo; me imagino en cada caso
la situación. No te conozco pero no importa, me imagino igual tu cara contra la almohada.

LaSofer: y yo me me imagino cómo debe sentirse tenerte adentro.

Claroscuro: te imaginé de frente. Te imaginé así como podrías estar ahora frotándote los labios muy despacio y yo mirando cómo te pajeás, suave. Mi pija se pone dura (como ahora) pero te quiero ver, quiero disfrutarte en mi cabeza, antes de pasar a lamerte cada centímetro de tu concha.

LaSofer: mmm...

Claroscuro: juguetear con el agujero del culo cuando levantás más las piernas...
LaSofer: me encanta; dale, seguí muy despacio

Claroscuro: y seguir por tus labios, juguetear con el clítoris, chorrearme la cara con tu flujo y meterte la lengua bien dura, retorcerla adentro tuyo…

LaSofer: Nadie me cogió tan bien. ¡Qué hijo de puta! cómo me haces calentar...

Claroscuro: (debajo del escritorio la pija se aprieta contra el jean)

LaSofer: me gustaría chuparla, aunque sea un cliché de mi parte.

Claroscuro: te estoy chupando; dejame seguir.

LaSofer: seguí pero la quiero adentro, no te vayas

Claroscuro: porque te pajearía, dos dedos y lengua hasta sentir cómo se contraen los músculos. Me apretás contra vos, me ahogo, chupo; te levanto apenas de la cadera y mi lengua entra derecho, te coge. Respiro. Miro lo mojada que estás, me encanta, y después de observarte sigo hasta que me acabes en la boca y me llenes la lengua con tu flujo. Quiero sentirte acabar en la boca.

LaSofer: Voy. Te agarro la cabeza y te meto bien adentro, lo más posible. Sentís cómo se abren y cierran las paredes de mi concha llena de jugo…

Acabo fuerte. Te grito y te marco el culo.
Respiro.


¡Gracias! fue mi primer orgasmo virtual.


Claroscuro: un placer

Continuará

Esto en Gesell no pasa

El problema de cuando te vas a lugares místicos de vacaciones, es que corrés el riesgo de conocer a un tipo increíble con el que pasás una noche de cogida infernal, donde el intercambio de flujos domina la escena, pero él se enamora y vos querés pija. Dejame que te cuente.

¿Quién te ha visto y quién te ve? Una remera que debería ponerme después de cada sexo viajero. Si algo aprendió esta Coneja es a no enamorarse por la ruta.

Pero como LaConeja solterona que soy, los cogedores de viaje se enamoran y, por supuesto, termino presa en su voz o mensaje en el teléfono.

Así es como cada vez que vuelvo de viaje describo el pene nuevo para mi colección y engordo de palabras y números mi abultada "macho-agenda".

En esta oportunidad volví de Bolivia y "ElEnergizante" rompió el record de mensaje de texto cuando me llegó a mi casilla, un texto a las siete de la matina.

"Me desperté pensando en tu E-NER-GÍA, bonita, me encantaría verte cuando vuelva...que FLU-YA
Abrazo y de acá te mando BUENA VIBRA de la montaña".

Buena pija, boludón, es lo único que importa a la distancia -pensé.

Banqué hasta las diez de la mañana y llamé a LaFlaca. Su traducción fue la siguiente:

"Me desperté CA-LIEN-TE, al palo,...bonita. Me encantaría CO-GER-TE una y otra vez cuando esté por Buenos Aires.
¡Qué fluya la LECHE que tengo acumulada!
De acá te dedico una paja o Gran Lechada mirando la montaña. Ojalá que te vibre la concha.

Vamos, Pachamama, las cosas por su nombre.

Enamoradas...

de las vergas


LaPocha nos regaló el mejor día de San Valentín.


La pelota no dobla

Salir de vacaciones con LaConeja es un problema. Tiene dos hijos; cada uno de padre distinto. Ya es difícil lidiar con un ex, imaginen con dos: un quilombo.

Esta vez los planetas se alinearon y los dos tipos estuvieron de acuerdo en tener a sus respectivas descendencia en la misma quincena.

Decidimos destino: Bolivia.



Llegamos a La Paz y nos alojamos en un hostel de estilo vecindad ratona ...divino.

Después de varias caminatas citadinas nos dimos cuenta de que el tema de la altura no era algo menor. Subíamos esas interminables calles y sentíamos que el aire faltaba, que cada movimiento podía requerir de toda la energía disponible en nuestros cuerpos.

En uno de esos paseos LaConeja dijo algo que, sin intención, se transformó en una obsesión. -¡Lo que debe ser coger a 4000 metros de altura! Sin duda, te quedás sin aire y sin piernas. ¡Agotador!

Es ahí cuando desarrollé la teoría que, para coger en la altura y no cansarse, hay que olvidarse del juego previo: palito y a la bolsa. LaConeja, siempre haciéndome la contra, postuló que el jugueteo era la mejor manera de llegar al orgasmo en esas condiciones.

En el hostel todas las noches se armaba un fogón- sin fuego y sin playa- con muchos candidatos potables para mi experimento.

Harta de escuchar las quejas de los futboleros y excusas de los futbolistas: "¡Eh!, en la altura la pelota no dobla". ¿Y la pija?, me pregunté. No me iba a quedar sin averiguarlo.

Entré a la cancha (patio de la vecindad). Todos cantaban Sui Generis y un brasilero enfermo tocaba el pandeiro hasta en Canción para mi muerte. De inmediato lo vi a Micky, el hippón de sweater de llama y rastitas: ¡bombonazo!

Después de mirarnos sin parar, me acerqué y empezamos a hablar -no me acuerdo de qué.
Al rato estabamos totalmente trenzados en mi cuarto.

Para comprobar mi teoría tenía dos posibles jugadas: centro al área y gol, o bien apostar a los toques cortos para cansar al rival; triangular para luego cambiar de ritmo y tirar un centro pasado al lateral derecho y ahí, recordando las gloriosas épocas del Boca de Bianchi, un Guillermo Barros Schelotto desborda, tira un centro perfecto a Palermo y...

¡Gooooooooooool!

Opté por la segunda. Agarré su pija. La tocaba de forma intermitente con la lengua. Cuando la quise meter toda en mi boca...

Acabó.

Pero que hijo de puta ElRastita y qué pelotuda yo.

Y bueh, por contraste, mi teoría se comprobó señores: existe un país, Bolivia, donde no funciona el sexo oral para turistas.

Camino los Troncos



LaPocha o LaCaro (como prefieran) siempre interpreta nuestras experiencias. Nada mejor que sus dibujos para definir las vivencias de LaSofer en Mendoza.

Servicio Ejecutivo Coche Cama

Anoche llegué de Mendoza. El viaje fue concebido para estar sola, descansar y, por momentos, fusionarme con la naturaleza. Me atreví y abracé ciertos tipos de árboles con la idea de purificarme (?).

De todas maneras, creo que ningún antiséptico bucal combinado con el agua del río Mendoza, Tunuyán y Atuel podría limpiar esta boca chupetona.

Aunque parezca psicótica, como dice una amiga, es una técnica que insistió en que practicara un viejo amigo cogedor con el que estuve hace más de una década –creo.

El "Hombre Natura" baboseaba mi vagina y decía que era la única mujer capaz de transportar y entregarle un jugo similar a la de la savia. ¿Yo? ¡Qué ingenuo!, pensaba y me reía.

Me hablaba de un árbol cósmico, cuya savia simbolizaba el rocío celestial. Lo dejaba divagar porque me gustaba pensar que mi concha era inmaculada y proporcionaba la inmortalidad de no sé que otra pavada.

Cuando lo hablé en terapia con Roxana, se río y me dijo: "¿Pero gozabas en algún momento?".

El anticlímax se generaba cuando era mi turno de encarar su verga. El tipo se desenfrenaba y empezaba con su delirio naturalista: "Imaginate que estás lamiendo el tronco más energético del planeta", gritaba con el TRONCHO que repiqueteaba entre una pierna y la otra.

La tenía enorme. Hoy concluyo que no sabía qué hacer con ella por eso predicaba sobre la salvación de la naturaleza.

¡Un Jesucristo ecologista me quería coger! ¿A Dónde dejaste tu dignidad Sofer? ¿Dónde?



Después de esa gran frase naturista me convertí en una magistral representación pictórica; una patética reproducción de naturaleza muerta. La sequía dominaba la escena y el tronco abandonaba su dureza para convertirse en goma Eva.

El tipo como si nada. No conocía el pudor, menos el sentido de la ubicación. Estaba en pelotas, incrédula. Permanecí así un período extenso de tiempo -pese a que no es mi mejor plano- sollozando, avergonzada por la situación. Hombre Natura, como si estuviese en una manifestación, continuaba con su discurso ecologista enumerando los beneficios que el hombre tendría si comiese flores una vez por semana y abrazara un árbol una vez por mes. Me dormí. No le importó.

Cuando abrí los ojos al día siguiente, estaba ahí, sentado en una silla, mirándome. No pude asustarme. No tuve tiempo, inmediatamente comenzó con su teoría sobre "E-DU-CAR" a todo joven volantero que se hace uno mangos repartiendo papelitos con ofertas de polarizados, telos, venta de celulares y otras sinfín de promociones.

Horas hablándoles y llorando sobre esos papeles, explicándole que cada uno de ellos representa un árbol que muere en el mundo. "Sí, flaco, tengo que seguir laburando"–le contestaban con fastidio-. Todavía me pregunto qué respuesta esperaba de ellos.

No lo vi más pero incorporé su teoría de abrazos a la naturaleza; específicamente: árboles. Cuando veo uno que me gusta lo abrazo, lo estrujo, lo mimo y, si da, me manoseo un ratito. Nunca está de más calentarse y nada mejor si es natural, sano y saludable.

En Mendoza acaricié, sentí, hasta podría decirse que besé, un par de algarrobos. No sé si me energicé y me convertí en mejor persona. En cambio puedo decir que me ayudó a conocer muchos amigos.

Mis acciones no eran muy normales para la pasividad pueblerina del lugar. Así fue como conocí a Pablo: abrazando a un Tamarindo. Según me explicó días más tarde cuando recordamos la anécdota y le dije que lo que más me gustaba de Mendoza, además de los vinos, eran los algarrobos "por su masculinidad y fortaleza" –comenté sobrándolo-.

Pablo trató de ser cordial y reírse. Pero siempre que le hablaba levantaba las cejas y torcía, de manera casi imperceptible, el labio inferior hacia la izquierda. Para mí esa expresión era lo mismo que si dijera: "¡Esta loca de dónde salió!". Me gustaba observar su rasgo, y estoy segura de que cuando acababa también ponía la misma cara.

No lo pude comprobar porque todas las noches desde que lo conocí sólo hicimos extensos baños de luna. Nos miramos. Me montó y estuvimos rozándonos por horas y días.

Pablo tiene sus tiempos y se pierde en la acción. Lo lamía, hurgaba. Le acariciaba el culo, el pene y le susurraba picarona que si no me metía lo que escondía entre sus piernas, prefería la corteza del Tamarindo. Él sólo torcía el labio y levantaba las cejas.

Con esa expresión me despedí de Mendoza. Me subí al coche cama. Antes saludé a Pablo con un beso bien mojado, mientras lo apoyaba (imagen de mujer desesperada; lo sé).
Húmeda por la situación y angustiada por la calentura acumulada, sólo quería ver a una persona: Roxana, mi terapeuta.

El asiento doce –ventanilla- aguantaría mi enorme culo por dieciséis horas. Una cortina dividía una butaca de la otra. Estaba feliz con esa pequeña porción de tela que simbolizaba la privacidad eterna del viaje. Soy un poco solitaria y los regresos espantan aún más la poca sociabilidad que guardo.

Recliné el asiento doce y cerré la cortina. Saludé a Pablo que seguía paradito al lado del micro agitando la mano, golpeándose el pecho y señalándome. El amor revelado por mímica no es de mi agrado, pero qué le iba a decir a esa altura. Le contesté con una seña –también empleando mi mano- que para mí simboliza: "Dale, andá" o "Tu ruta".

Cerré las dos cortinas. Nadie sabrá que existo hasta Buenos Aires, pensé.

Instantes más tarde aprecié un perfume cautivador. Era como si el aroma me hubiese descubierto o elegido detrás del telón. Invadió mis sentidos. Escuché un "clac". Pensé: estuche de anteojos. Se prendió una luz.

Estaba intrigadísima por conocer quién sería el afortunado que tendría que soportar dieciséis horas de viaje mirando un cortina, porque la ventanilla era exclusividad de LaSofer (je).

Era un hombre. No pude distinguir su rostro por el contraste de luz y sombras que gobernaba el coche-cama. Alrededor de cuarenta años y con aire intelectual, me convencí. No me importó demasiado. Prefería guardar la incógnita y no revelar la identidad "The Man Behind the Curtain".

Mi movimiento corporal, ya que decidí que mi culo apuntara hacia mi compañero de cortina, interrumpió el silencio y preguntó: "¿Hay alguien allí?".
-Sí, apunto de dormirse –contesté-.
-Dulces sueños –dijo-. Podía existir alguien tan amable y sin rostro durmiendo conmingo -o sinmigo- en la butaca de al lado y yo pensando en el amor no concebido del mimo Peque Pablo que había dejado en la terminal mendocina.

Corregí la posición de mi culo; lo aplaste contra el asiento y atiné a extender la mano hacia el otro lado de la cortina. La respuesta inmediata fue un sobresalto. Oí el ruido de su libro cuando tocó el piso del micro. "The Man Behind the Curtain" no se movió. Apagó la luz y reclinó el asiento. Por fin puede manotearle su verga en estado de erección latente.

Se bajó el cierre para evitar cualquier accidente y le agarré la porongo de una manera bastante apasionada, la cual delataba mis últimos y pobres días de acción sexual. El tamaño había llegado a su máximo esplendor y toda la técnica mímica desarrollada con Pablo me ayudó para hacer la mejor paja de mi vida.

El también hizo lo suyo cuando su mano entró solícita por mi pantalón y llegó al clítoris con una vehemencia admirable. Acabé ni bien sentí sus dedos. ¡Sí, estaba ardiendo! Es bueno admitirlo diría Roxana.

Mi gran performance bajó uno puntos porque era una usina de orgasmos. "The Man Behind the Curtain" se le notaba en su poronga que lo excitaba mi calentura.

Después de esa manifestación de orgasmos le saqué la mano y le dije que se la oliera. Desprevenido le sostuve su verga con las dos manos. Implementé una nueva técnica masturbatoria y el tipo enloqueció.

-Acabame toda –le dije-.
Intentó correr la cortina y grité: -No, acabá en la cortina, dale que me vuelve loca.

Apuntó su desesperada poronga hacia mí, hacia el telón, digamos, y acabó. Fue como un manguerazo de semen. La cortina de ese coche cama cambiaría su textura y sería nuestra para siempre.

Nunca nos vimos. Cuando el micro llegó a la terminal me tapé la cara con el telón acartonado por su leche y esperé a que se fuera. Dejó su libro en el asiento.

Chupala

Durante varios años trabajé como promotora. Pero no era ese trabajo sacrificado, extenuante y criticado por ser rubia, mostrar el culo y andar fingiendo orgasmos a tipos de guita. Mi trabajo consistía en degustar. Promover el crecimiento de la poronga. Ese es el verdadero oficio de una promotora.

Mi obsesión por encontrar a "ElHombre" perfeccionó mis cualidades extraordinarias de catadora. Apenas minutos y un poco de tacto peneano y testicular, bastaban para determinar la cantidad de testosterona hombruna.

Me cogí a todos. Suponía que tenía un instinto súper desarrollado y que podía detectar machotes amorosos, sociables, gentiles, compañeros y, fundamentalmente, agradables para convivir. Sí, esos que cuando te hablan te hacen vibrar con su voz cavernosa y te encierran en su laberíntica mirada.


Me equivoqué. En todos mis olvidos y pérdidas –soy distraída- también extravié mi autoestima y confianza. Sé que están oxidadas entre mis cosas. No me canso de buscarlas. Quizás en uno de mis tantos descuidos las encuentre.

Retomo.

Durante aquella etapa de coneja enloquecida escrutando hombres que completaran la mitad de mi espacio, me tropecé, una noche en Ave Porco, con un machote de dos metros que según mi elogiado criterio decía ser "ElHombre".

Ave Porco era el lugar adolescente –y no tanto- en donde se desplegaba el Orgasmón. En uno de esos inacabables crepúsculos, hablando de mi obsesión con LaBúho, LaGuevara y LaFlaca me quedó de apodo “LaTesto” porque decían que mi Botox era la leche de las vergas.

-Parecés esas mujeres que en busca de la perfección saturan sus angustias y combaten sus arrugas aplicándose botox. Vos estás en la misma, Coneja, con la única diferencia que te aplican cuatro porongas por semana, dice LaGuevara.

-Sí, boluda, vas a perder la expresión de tu concha, agregó LaBúho.
Así terminé: cogiendo en escondrijos, fisuras, calles transpiradas de basura y en algún que otro caserón de Belgrano.

La noche que conocí al machote tatuado hablamos; o simplemente escuché. Creí que era zeziozo y antes de poder opinar me dijo: "Tengo un piercing en la lengua".

Es hueco. Lo certifica todos los agujeros que tiene: aro en la nariz, en la ceja, en el labio inferior, en la oreja, en la tetilla, en el ombligo, en la poronga y en la lengua –como dijo.

Salimos varias veces y cogimos unas tantas más. Era muy bizarro "ElHombre" pero me gustaban sus duplicidades. Un enorme pene completaba un cuerpo perforado y colmado de tatuajes de dos metros que tomaba leche chocolatada y se reía de las gansadas Mr. Beam.

La última vez que lo vi me estaba chupando la concha. Su desatino o inhabilidad para el sexo oral era tan grave que el tipo disfrazaba la realidad y creía ser el gran mamón vaginal.
-"¡Ja! No me digas que mi lengua con piercing no te vuelve loca. Ya venís, ya venis", me decía el boludazo.

-¿Cómo le digo que noooooo?, pensaba.
¿Cómo se le dice a un tipo que no te gusta como te la chupa?, pienso.

Empecé a hablar. Nunca tuve una verborragia tan incontrolable; me sentía Enrique Pinti. Él seguía creyendo que estaba a punto del orgasmo y chupaba, chupaba, chupaba.

Yo le hablaba del clima; de uno de sus tatuajes que parecía decolorado –dejó de absorber. Perforó mis ojos con su mirada y siguió lamiendo-; de que le había contado a mi vieja que estaba saliendo con el alguien pero que me daba un no sé qué presentárselo por los tatuajes, hasta me atreví a nombrar a mi ex. Él seguía estoico chupando y yo dándole charla a ver si aflojaba con tanta insistencia.

Miraba el techo. Me hacía la muertita. Ni bola.
No podía dejar el parloteo. Le hablé de mi psicóloga, le pregunté si quería acompañarme un día y charlar de lo nuestro.

¡Uh!, suspiré -Hoy tengo sesión y estoy llegando tarde, le dije mientras movía las caderas para un lado y para el otro con el fin de escaparme de su lengua perforada.

Levantó la cabeza, se pasó la mano por la boca con intención de limpiársela –su baba porque mi concha era un desierto- y me gritó: "¡Callate cotorra!"

Culo pa' arriba

Todos sabemos que las posiciones sexuales son tan diversas como hombres y mujeres con ganas de garchar.

Claro que éste es un tema muy frecuente en el Orgasmón y desarrollado de una manera tan minuciosa, que hasta utilizamos la teatralización de cada postura para asegurarnos el efecto posterior deseado.

Pero, a decir verdad, últimamente mis relaciones son monoposturales...
Siempre de espaldas. Y no es cosa de uno sólo, es sistemático. Cada tipo con el que me revuelco termina poniéndome culo para arriba.

Mi ex me decía que mi culito es apetitoso, tipo manzana, que es rico verlo moverse mientras es penetrado.

El chico E. esa noche repetía: "Chiquita, me gusta ver cómo mis pelotas golpean contra tus nalguitas".

P. me dijo una vez que se imaginaba que me hacía el culo así.
No sé, todo muy lindo pero...

Son todos putos, la puta que los parió!